Cuando llegó el momento de llevar los coches eléctricos al mercado general, los fabricantes se enfrentaron a una decisión dicotómica: diseñarlos del modo que parecieran naves espaciales, los vehículos del futuro que pondrían la puntilla al motor de combustión; o hacerlos de tal manera que no parecieran eléctricos en absoluto y se pudieran mimetizar en el entorno urbano sin que te señalase su vecino como un bicho raro al que le importa el deshielo de los polos.

No hay una respuesta correcta, dado que hay buenos ejemplos de cada campo. El BMW i3, por ejemplo, parece el sueño de movilidad urbana de William Gibson: un modelo pequeño para maniobrar las congestionadas calles del futuro sin ensuciar (más) la ya azotada atmósfera. En el otro extremo, el Renault Megane E-Tech, en donde no se puede apreciar que no emite gas alguno salvo en la etiqueta Cero del parabrisas.

Ahora, además, está surgiendo una nueva modalidad de coches eléctricos: los que miran hacia el pasado y apuestan por líneas marcadamente retro, como el caso del Hyundai Ioniq 5.

En lo que sí que hay consenso es en el diseño interior, que siempre es futurista dado que no está limitado por las leyes de la ingeniería automotriz, depurada durante la mayor parte de un siglo. En el diseño interior y en los sonidos: la experiencia auditiva es una de las maneras más efectivas (¡y baratas!) de hacer sentir que se trata de un producto especial, máxime cuando en estos no existe el sonido de un motor.

Algunos fabricantes, como BMW, han llegado a contratar a Hans Zimmer, el compositor que ganó el Oscar por la banda sonora de Dune, para simular el sonido de sus modelos, pero la mayoría se contenta con zumbidos y pitidos robóticos y alertas más o menos intrusivas.

El sonido, como las interfaces, es algo que envejece rápido y mal. A nuestros oídos de 2022, acostumbrados a las piezas de cuidada producción musical en las que el autotune pasa desapercibido, una síntesis de 8 bits suena tan arcaica como el Pacman. Porque iban de la mano. Y pueden llegar a ser irritantes. 

Lo que nos lleva al vehículo que nos ocupa hoy: el Nissan Leaf. Uno de los primeros eléctricos asequibles en llegar al mercado —fue introducido en 2010, cuando ni siquiera existía el Tesla Model S—, el Leaf se hizo rápidamente con su nicho de mercado, a pesar de contar en primera instancia con una batería de baja capacidad de 24 kWh con menos de 200 km de autonomía. 

Esta se ha ido actualizando con las generaciones posteriores hasta llegar a los 62 kWh, que le dotan de una autonomía de más de 400 km reales, con un motor de 160 kW (217 CV). El diseño, dentro del espectro retro-futurista, está más hacia el lado del futuro, pero sin ser demasiado arriesgado. Nissan, como marca, se precia de mirar hacia adelante y las líneas de Leaf determinarían cómo se verían los siguientes modelos de la marca.

Al ser, hasta la llegada del Ariya, el buque insignia eléctrico de Nissan, el interior del Leaf es cómodo, bien diseñado y cuenta con elementos modernos como el retrovisor de cámara de vídeo, un selector de marcha poco convencional, Android Auto o la función e-pedal para frenar, agresivamente, el coche al levantar el pedal del acelerador con la frenada regenerativa.

Nissan Leaf 2022
Nissan Leaf 2022 Nissan

Ficha técnica Nissan Leaf e-Acenta

  • Motores: Eléctrico de 160 kW (218 CV)
  • Consumo: 18,5 kW/100 km
  • Largo/ancho/alto (en metros): 4,49/1,78/1,54
  • Maletero: 420 litros
  • Precio: 37.770 euros

Todo esto ha llevado a que muchos de los taxistas de Madrid hayan optado por el Leaf como su cero emisiones de preferencia, lo cual solo puede indicar cosas positivas sobre un vehículo (y realmente, la prueba podría terminar de escribirse con esa afirmación). Sin embargo, todos y cada uno de sus conductores, sin excepción, han desactivado sus alertas sonoras.

La peor de todas ellas es la alerta de cambio de carril, que suena a un pitido de claxon en la distancia, sumándose a una corrección agresiva de la dirección. Las primeras veces que sonó, recuerdo girar el rostro furioso, intentando averiguar quién había sido el conductor que criticaba mi (impecable) conducción.

Cuando descubrí que mi enemigo era, de hecho, el coche que conducía me sentí traicionado, peor que si mi gato prefiriese a un amigo antes que a mí. Una señal del cambio de los tiempos, las máquinas desestimando las capacidades de conducción de sus usuarios. Es posible que el Leaf, por esto, sea el coche eléctrico más futurista del mercado.

Sobre mi cadáver. Puedo tolerar que otros conductores me saquen de quicio, pero jamás mi vehículo. Para desactivarlo hay que entrar en la configuración del menú a través de los controles del volante, algo bastante oculto pero la frustración aceleró el proceso. Afortunadamente, Nissan habrá recibido tanto feedback al respecto que sus coches modernos no cuentan con ese sonido.

Fuente ABC.ES